La Santa Pasión

Publicado: 12/01/2015 en Las Hermanas Encapuchadas
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La Pasión es como La Muerte, pero vestida de rojo. La Pasión es una ególatra. Al igual que sus hermanas, ella dedica su vida a conseguir personas de las cuales alimentarse. La Pasión tiene dos alas hechas de licor. Con ellas se encarga de embriagar a quienes toca, para que se enamoren perdidamente. Ella se alimenta de las penas de amor de sus víctimas, de su lágrimas por abandono, de separaciones, de infidelidades, de deseos románticos frustrados.

La Pasión no se lleva bien con sus hermanas, aunque tampoco pelea mucho con ellas. A ella le entretiene tomar forma humana, por lo general de mujer, para mirarse al espejo y contemplar su belleza, mientras sus hermanas trabajan incansablemente. Ellas no se quejan. A veces las víctimas embriagadas por el toque de las alas de La Pasión cometen locuras que terminan en tragedia o muerte. A ella le da igual lo que hagan sus hermanas, sólo le importa su falsa belleza.

En ocasiones, La Pasión se tropieza con sus propias alas y se enamora del primer ser humano que ve. Entonces algo malo pasa. Cada vez que La Pasión hace el amor con un ser humano, éste adquiere poderes misteriosos. En una ocasión, un tal Juan fue la víctima de este tipo de romance sobrenatural y, fruto de aquella relación carnal, surgió en él el poder de la conquista sin protestas. Desde entonces fue conocido como Don Juan, quien a pesar de los cientos de romances que tuvo gracias a su trágico poder —no hay peor maldición que tener todo lo que se desea— murió en soledad.

Hay algo incluso peor que los poderes que deja regados La Pasión en alguna de sus promiscuas entregas: sus hijos. Como mujer, ella es prácticamente estéril. Pero como hombre el asunto es otro. Si La Pasión llega a enamorarse de una mujer, toma la apariencia de un hombre irresistiblemente guapo y se lanza al ya ganado cortejo de su víctima. Si la relación, por azares de la biología, termina en un embarazo: nace un ser en extremo bello. Aquel engendro suele ser una preciosa mujer, que no nace del vientre de la víctima sino que se traslada al azar a la matriz de cualquier mujer en este mundo. Este fenómeno llega a explicar dos cosas: los embarazos no deseados a pesar del uso correcto de anticonceptivos y la aparición de personas de sublime belleza en familias de escaso atractivo físico.

Con los genes de La Pasión corriendo por su sangre, estos seres nacen con la maldición de una belleza que toda su vida les provocará desdichas. El caso de Helena de Troya no fue para nada una casualidad. Aquella belleza teñida de licor ha sido siempre aprovechada por la hermana de La Pasión, La Tragedia. Tal es el caso del suicidio de poeta Medardo Ángel Silva, quien, enamorado de una de las sobrenaturales hijas de La Pasión, sucumbió al influjo malvado de los susurros de La Tragedia y acabó con su vida, dejando atrás muchos de los poemas más bellos jamás escritos.

El alimento preferido de La Pasión es la tinta sangre de un poeta enamorado y no correspondido. Cada vez que bebe un vaso de aquel elixir, revolotea de aquí para allá, haciendo llover el licor de sus alas y regalando pasión gratuita, que es la madre de las más bellas historias de amor, de esas que no terminan en tragedia. Luego de su frenesí, se calma, y se retira a sus aposentos, haciendo una reverencia muy ensayada.


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comentarios
  1. […] Te apuñaló la suerte, una tragedia o  una pasión. […]

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  2. […] de los seres humanos se tornan concho de vino cuando de celos se trata. Mezclan el rojo de la pasión con el negro de sus almas. Como en la carta de Andrea Winston a la amante de su […]

    Le gusta a 1 persona

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