Las moscas tienen vidas muy variadas.
Existen moscas que nacen en las casas de la gente rica o libres en el campo. Esas son moscas dichosas, con vidas plenas. También las hay marginales, que nacieron en los basureros y crecieron alimentándose de lo primero que hallaron.
Las moscas con vidas plenas no tienen necesidad de soñar. ¿Para qué soñar si se puede ver la dicha en alta definición con los privilegiados ojos que tienen estos insectos?
Pero las moscas de origen humilde, esas que luchan por sobrevivir, sí que sueñan. A veces caen presas de sueños terribles y engañosos.
Uno de esos sueños engañosos es el provocado por ciertos estantes malignos de panaderías. Éstos usan, astutamente, un marketing monstruoso que nos les cuesta nada de trabajo. La gente compra dulces en las panaderías, comen fuera de ellas, las migajas caen, las moscas prueban esas migajas y miran con codicia los estantes. Los estantes suelen ser discretos y quedarse callados. Las moscas se pasean alrededor de ellos e intentan entrar, en vano, solo para chocarse contra los vidrios.
Los estantes dejan que las moscas se vayan a seguir padeciendo la terrible agonía de comer desperdicios. Sin embargo, con el mero hecho de tocar el vidrio, las moscas son hechizadas sin remedio. Las moscas bajo aquel influjo mágico sueñan constantemente con los estantes. Son sueños sobrecogedores, despiertan sudadas y asustadas. El sueño les hace ver que jamás podrán satisfacer su codicia. Eso causa que empiecen a ver con desprecio sus propias existencias. Las amigas de las moscas hechizadas empiezan a alejarse de ellas, puesto que se la pasan criticando la basura y desoyen el consejo de valorar lo que tienen.
Cuando todo el trabajo psicológico está hecho, los estantes presentan el sueño final. Les detallan a las moscas el proceso completo para que ellas puedan entrar y comer a sus anchas las delicias que contiene. Las moscas, al día siguiente de recibir ese sueño, vuelan a toda carrera a comprobar su veracidad.
El sueño termina por cumplirse, la mosca entra y se satisface. Algunas logran escapar de pura suerte, pero otras no. Muchas se quedan dentro, sin poder huir, y mueren a manos del panadero, que inescrupulosamente vende los panes contaminados sin advertencia alguna. Otras mueren del empalago, se quedan encerradas sin beber ni una gota de agua hasta que se marchitan y dejan de respirar. Los estantes malignos se alimentan del sufrimiento y agonía de las pobres moscas.
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Al migrar desde testamentofilosofico.wordpress.com a testamentofilosofico.com, no sé cómo hacer para rebloguearte a mi nuevo blog 😦
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:O No lo sé 😦 Pero vi que me reblogeaste a Testamento filosófico 🙂
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… A testamentofilosofico.wordpress.com, que ya no existe. en fin, seguiré leyéndote aunque no pueda darte a conocer a mis lectores. un abrazo fuerte desde Granada
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😀 es un placer.
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Reblogueó esto en nueva direccion: testamentofilosofico.comy comentado:
Interesante microcuento
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Gracias por compartir, Sherlock 🙂
Un abrazo desde Guayaquil.
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Ay que ver con las moscas!! Están en todas partes jajaja. Pesadas que son!!
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Jajaja. Pobrecitas las incomprendidas 😀
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Original metáfora la de los estantes
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Gracias por tus palabras, Carlos. Me alegra que te haya gustado el microcuento.
Es un placer tenerte de visita, siéntete como en tu casa.
Un saludo afectoso desde Ecuador 🙂
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Pd.: Te invito a pasar por esta sección del blog: https://donovanrocester.wordpress.com/category/narrativa/relatos-de-otra-dimension/ … trata sobre los reportes del ser interdimensional #21 que, por razones laborales, está encargado de vigilar nuestra dimensión.
Un abrazo desde Guayaquil.
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Brutal!
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Como la vida misma, amiga 🙂
Un abrazo…
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Así es, Donovan. Un abrazo para ti.
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