Originalmente publicado en: Blog de Salto al reverso

Ilustración: Blacksmith Dragonheart
Sigo revisando el extraño libro que apareció en las bodegas de mi oficina. Ciertas secciones parecen detallar el funcionamiento de una disciplina conocida como alquimia. En otras, en cambio, aparecen leyendas de las que nunca había leído. Esta en particular llamó mucho mi atención:
En el principio de los tiempos solo existía el Dios Absoluto. Este dios, que gobernaba sobre la nada, llegó a ser el único ser viviente y dedicó una cantidad indeterminada de tiempo a estudiarse a sí mismo.
Como resultado de sus estudios, el Dios Absoluto descifró su propia esencia y, haciendo uso de este conocimiento, se dedicó a la tarea de automatizar el proceso que llevaría a la creación de las diferentes dimensiones. Luego de iniciado el proceso, el Dios Absoluto se dedicó a contemplar el espectáculo de la formación de los universos materiales con todas sus maravillas y misterios.
Luego de la creación de los universos materiales, el Dios Absoluto descubrió que, accidentalmente, había creado el plano astral. Se dio cuenta de que su conocimiento de sí mismo no era completo, que le faltaba descifrar un componente de su propia existencia. Fue entonces cuando descubrió de la existencia de su propia alma.
Una vez completado el estudio de su alma, el Dios Absoluto, decidió empezar los preparativos para lo que sería su obra más grande: la creación de la vida. El Dios Absoluto concentró toda su energía y su esencia en siete puntos de su cuerpo y, usando el brillo que emanaba de esos puntos, creó lo que llamó semillas de la vida y las dispersó a lo largo y ancho de los universos que había creado.
Sin embargo, y como un efecto secundario totalmente esperado por él, la existencia misma del Dios Absoluto se fraccionó en siete partes. Esas siete partes tomaron conciencia propia y llegaron a existir de forma independiente del Dios Absoluto. Como última muestra de su presencia, el Dios Absoluto los llamó hijos y les encomendó el cuidado de su más reciente creación: la vida.
Así fue como nacieron los dioses mayores.
Estos siete dioses se separaron y se dedicaron a explorar los universos creados por su padre. Unos exploraron los universos materiales, otros exploraron los planos astrales. Otros se enclaustraron para estudiarse a sí mismos, siguiendo el ejemplo del Dios Absoluto.
Cierto día, los intereses de ciertos dioses mayores entraron en conflicto; y dos de ellos se declararon la guerra. Los siete hermanos se reunieron con el objetivo de resolver el conflicto sin recurrir a la violencia. Sin embargo, los esfuerzos no rindieron frutos. En el preciso instante en que los dioses intentaron combatir, se dieron cuenta de la existencia de una poderosa fuerza que impedía que se destruyeran entre ellos. Aquella misteriosa fuerza hacía imposible que los poderes de un dios mayor afectaran a otro dios mayor.
Finalmente, los dioses mayores decidieron separarse físicamente para no afectar con sus conflictos al resto de seres vivientes. Además, para administrar las dimensiones y la vida que contienen, crearon un palacio donde los siete estaban perpetuamente presentes, aunque sus cuerpos estuvieran en lugares diferentes.
En todo el tiempo que llevo trabajando en la vigilancia de las diferentes dimensiones, jamás había escuchado de una leyenda similar.
Este libro es de lo más curioso, acabo de ver que ciertas páginas se mantienen en blanco. Luego de leer esta leyenda, el libro brilló de rojo y una nueva sección apareció escrita. En esta se muestran supuestos ejercicios para la práctica de la alquimia.
Me pregunto si aquello de la alquimia será real. Seguiré investigando.
Reportó para ustedes, el #21.
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[…] día, un demonio conocido como Saratu, el descifrador fue atrapado y juzgado por los dioses mayores. La pena para Saratu fue la de pasar la eternidad en la prisión conocida como La galería de […]
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Yeyyy! Hacía tiempo que no tenía noticias del #21.
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El #21 ha vuelto, y recargado 🙂
Gracias por leer, amiga Melba.
Abrazo interdimensional.
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🙂
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