Originalmente publicado en: Azahar literario

Ilustración: Blacksmith Dragonheart
—No es la primera vez que me corta la conversación de golpe. Nunca he sido celoso, pero está muy raro todo esto —dijo Matías, algo contrariado—. ¡Siempre son los viernes, siempre a esta hora! Estamos conversando de lo más normal y…
— ¿De repente se desaparece por tres horas y te escribe como si nada hubiera pasado? —interrumpió Marcos, luego de darle una calada a su cigarrillo.
—Sí, eso —Matías dio un largo trago a su cerveza—. Por eso te llamé. Tú me puedes ayudar.
— ¡Para eso son los amigos! —Marcos le dio un abrazo a Matías, siempre tuvo sus sospechas—. Ella no te merece y lo sabes.
— ¡No quiero sermones, Marcos! Quiero respuestas —Matías no soportaba ni la sugerencia del tema de los cuernos.
— Está bien. Yo solo decía. No te enojes y mantén el plan. Respóndele como siempre.
— Me sigue escribiendo como si nada —Matías vio la hora en su celular, eran las 21:17—. Aún no es hora.
—Bueno, pues. Si lo que dices es cierto, en cuatro minutos dejará de responderte y podremos ver si sale de su casa —Marcos lanzó su cigarrillo al suelo y lo pisó.
— ¿Tienes todo listo? —Matías se acabó media cerveza de un tirón.
— ¡Sí, patrón! —dijo Marcos en tono de burla.
—Ya dejó de responder —Matías le enseñó su celular a su amigo—. Mira su última conexión, 21:21. Como cada viernes. Luego de eso no aparecerá hasta luego de tres horas.
—Interesante, mira —Marcos le dio unos binoculares a su amigo.
Se vio a la novia de Matías salir de su casa.
—Bien, pues. Veamos a donde va tu novia cada viernes por la noche —dijo Marcos, disfrutando del misterio.
Los muchachos siguieron a la joven, guardando cierta distancia para que ella no pudiera detectarlos. Marcos era experto siguiendo a la gente, se ganaba la vida haciendo investigaciones de infidelidad y cosas así.
—Hemos caminado alrededor de una hora y Sandra no se detiene, no entiendo nada —dijo Matías, algo cansado de tanto caminar.
Ambos se preguntaban qué podía hacer Sandra a esas horas y en un lugar tan solitario.
— ¿Escuchas eso? —Matías se mostraba algo nervioso.
—Son pasos, de mucha gente —Marcos casi nunca se asustaba, esta no era la excepción—. ¿Estás asustado, amigo?
— ¡Deja de decir estupideces y dame los otros binoculares! —renegó Matías por la burla de su amigo.
Matías se extrañó más cuando vio con los binoculares infrarrojos. Se podía observar claramente un grupo de personas caminando en el bosque, adentrándose más en él. Sandra estaba entre esas personas.
—Marcos, ¡mira esto! —dijo Matías a quien creyó que estaba a su lado. Marcos había desaparecido.
La reacción de Matías fue de sobresalto.
— ¡Marcos! ¿Dónde estás? —gritaba un asustado Matías.
—Ja, ja, ja —rió Marcos desde atrás del árbol donde se estuvo escondiendo—. Debiste ver tu cara, fue única.
— ¡Payaso! ¿No te parece lo suficientemente rara la cosa como para andarte con chistes? —dijo Matías
— ¡Relájate! —Marcos recuperaba la respiración luego de su ataque de risa—. De seguro son un culto raro de niños. Alégrate de que no se fue a ver con otro.
—A mí esto me da muy mala espina. ¿Me puedes decir qué es esto? —Matías le mostraba a Marcos una zona de rojo intenso que se veía con los binoculares, más adelante en el bosque.
—Jamás había visto una marca así —Marcos estaba intrigado—. ¡Vamos a verla!
—No hay de otra, el grupo parece dirigirse hacia allá. Adelantémonos.
Los dos muchachos se dirigieron hacia la zona roja que se veía en los binoculares. Sin embargo, no lograron ver ninguna fuente de calor. Solo se veía un extraño arbusto sin hojas, en un claro del bosque, con cuatro piedras rodeándolo.
—Marcos, mira —Matías usó los binoculares y se dio cuenta de que era el arbusto el que emitía el color rojo que se veía.
Marcos no se lo podía explicar. Se suponía que, forzosamente, el arbusto debía estar en llamas para emitir una señal como esa. Marcos se acercó a examinar el extraño arbusto. Matías estaba más preocupado en usar los binoculares para no perder de vista a los que caminaban junto a su novia. Perdió de vista a su amigo unos minutos mientras observaba.
Se escuchó un estruendo y un grito cortado bruscamente. Matías regresó al lugar del arbusto y no vio a Marcos.
— ¡Qué gracioso! —gritó Matías al aire—. ¡Sal de allí y vamos a escondernos! Esa gente se acerca.
Marcos no respondió. Matías buscó a su amigo por los alrededores, pero no halló nada. Se vio obligado a esconderse solo, mientras esperaba la llegada de los caminantes.
Matías, escondido detrás de un árbol, vio a cada uno de los caminantes hacer el mismo proceso: caminar alrededor del arbusto, tocar cada una de las cuatro piedras y regresar por donde vino. Las piedras brillaban cada vez que un caminante las tocaba. Cada vez que las cuatro piedras eran tocadas, el arbusto brillaba una vez y crecía ligeramente.
Era el turno de Sandra.
— ¡Vámonos de aquí! ¿Qué haces con estos dementes? —gritó Matías mientras agarraba del brazo a su novia, intentando llevársela a la fuerza.
Sandra estaba bajo un estupor. No parecía estar consciente de sus actos. Una luz empezó a salir de una de las ramas del árbol, tomó forma de rayo y tocó a Matías. El rayo lo paralizó. En un abrir y cerrar de ojos se vio en un lugar completamente diferente.
—Siento que todo tenga que terminar así para ti, muchacho —dijo un extraño anciano con capucha negra, a su lado se encontraba el cuerpo petrificado de Marcos—. Si permito que te lleves a la chica, descompleto el número necesario para el ritual. Si arruinas el ritual, mi planta perderá la energía acumulada y será inútil.
El encapuchado parecía tener muchas ganas de hablar, como si no hubiese tenido contacto humano por un largo tiempo. Le explicó al petrificado Matías que él era un practicante de vudú, y que la planta era un instrumento que robaba energía vital a aquellos que llegara a influenciar con sus esporas. Dijo que, al no tener una piedra filosofal para su cometido, se vio obligado a usar el recurso de la planta.
Luego de un mes la planta fue movida de sitio y usada para su propósito. Sandra no volvió a caminar involuntariamente por el bosque luego de eso. No se volvió a saber nada de Matías ni de Marcos. Dos plantas extrañas aparecieron en dos lugares lejanos. Tal como con la primera, nadie advirtió de su presencia.
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